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jueves, 24 de julio de 2014

Sigue las Pistas



Hacía ya dos horas que Robert se encontraba en el bar del viejo John, al cual solía ir cada noche tras salir de trabajar, sin embargo esta vez estaba distinto, no podía dejar de pensar en aquella chica, y en la vil forma que fue ultrajada. Robert no podía evitar pensar en aquella pobre mujer mientras bebía a sorbos su vaso de whisky.


             Ya cansado, pago la cuenta y de un trago termino su bebida, para emprender así camino a casa, únicamente acompañado de la tenue luz de luna. El clima era frio por esos días allá en Point Pleasant, comenzaba a nevar así que cerrando su abrigo y colocándose su sombrero, el detective Robert Grand pasaba a retirarse.


            A pesar del frio y de lo hermosa que la nevada lucia, el no dejaba de pensar en aquella dulce chica, quien rogando misericordia encontró en su agresor un macabro final, tanto así que mirando al cielo llego a creer que el propio viento del norte le lloraban en señal de luto. Abatido y cansado, llego casa cercas de la una de la madrugada, cuando sin avisar, un estremecedor grito lo alerto. Corrió inmediatamente en dirección a donde se escucho el grito, y casi inmediatamente, a la vuelta de la esquina, diviso un auto de color negro que comenzaba a andar. Noto forcejeos dentro del vehículo, y sin pensar desenfundo su .38 mientras gritaba a todo pulmón:


            -- ¡Policía! ¡Detenga el vehículo!


            Casi inmediatamente se escucho débilmente la voz de una mujer saliendo del auto, rogando por ayuda, y sin más el detective disparo a las llantas del automóvil, el cual abrió la puerta del pasajero, dejando caer así a la chica que por poco logro escapar. Sin detenerse, el auto acelero perdiéndose a la distancia, dejando a la chica muy asustada y desorientada sobre el asfalto. Tras el escape del agresor, Robert auxilio a aquella joven, que no pasaba mas allá de los veintiún años de edad, llevándola al interior de su casa para darle refugio hasta que los refuerzos llegaran.


            No paso más de una hora cuando la policía ya se encontraba escoltando a la joven victima a la comisaria, actuando lo más rápido y efectivamente posible, ya que era la cuarta chica que era a tacada por alguien con auto de color negro. Aliviado por haber evitado una posible cuarta víctima del agresor al que los periódicos llamaban “la sombra que acecha en las noches”, no podía aun así dejar de pensar en el posible agresor, era obvio que aquella joven agredida tan brutalmente hace ya casi una semana, había sido atacada por la misma persona a quien Robert logro detener antes de que cobrara otra víctima más.



            Pasaron las semanas tras ese incidente, y pareciera no haber sospechoso alguno, además de haber cesado por completo los avistamientos del negro vehículo y sus ataques. Estos delitos habían abrumado al ya veterano detective, quien tras ya veinte años de servicio, no pudo más con la fuerte carga que le generaba decidiendo así retirarse de la fuerza para vivir en paz. El caso fue reasignado a una joven y prometedor detective, quien se veía en su primer caso y se tenían grandes expectativas de él, lo último que el veterano Robert Grand escribió en las notas de la investigación, fueron un mapa marcado con el patrón de avistamientos y ataques, un informe sobre el modus operandi del agresor, y una nota escita que únicamente decía… “sigue las pistas”.


            El ahora retirado detective se retiro a su hogar, pasando justo a las dos de la mañana por el punto donde disparo al vehículo aquella noche de hace casi un mes. Una vez frente a su hogar, un extraño hombre llego:

           
            -- Buenas noches señor- saludo cordialmente el extraño

            -- Buenas noches, supongo- respondió algo confundido

            -- ¿No es usted el policía que salvo a esa pobre chica hace un mes?

            -- Si ¿Por qué?

            -- ¡Hombre! Pero si usted es un héroe

           -- No, no lo soy, solo hice mi trabajo- respondió el detective mientras tomaba las llaves de su casa

            -- Lo sé, y quiero disculparme, pues yo también debo hacer mi trabajo


            Y sin más que decir, el hombre saco de su bolsillo un revolver, y vació el cargador sobre el detective Grand, quien cayó fulminado casi inmediatamente a la nieve. Su muerte fue tomada como un homicidio sin relevancia para el caso que el detective investigaba, y el caso quedo sin resolver, olvidado en los infinitos archivos de la unidad de homicidios; pero hasta el día de hoy, hace casi 30 años, corre el rumor de que su muerte buscaba encubrir evidencia sobre el ataque que detuvo, y que mas allá de eso, buscaba silenciar algo mucho más grande, que los tres casos de violación que el detective Grand investigaba.