Lo que Las Sombras Esconden

Despiertas exaltado en la madrugada, el frio gelido recorre tu cuerpo, y es entonces cuando notas que tu ventana esta abierta. El frio abrazador del invierno entra por tu ventana, y comienzas a preguntarte si no la habias cerrado antes de dormir. Ignoras todo y cierras la ventana, con la esperanza de conciliar el sueño una vez mas, sin embargo este se transforma en miedo al escuchar pasos en el piso de abajo. ¿Sera acaso un gato que entro por la ventana?, te preguntas mientras te decides a bajar. Asustado tomas el revolver que guardas en el cajon, y abres lento la puerta. Sales entonces al pasillo que lleva a las escaleras, oscuras y aterradoras sombras adornan tu pasillo, mientras intentas por todos los medios darles forma de cuadros y fotografias adornando tu pared. Bajas silenciosamente las escaleras, rogando porque no sea mas que un animal buscando refugio de la fuerte nevada. Apuntas temeroso el revolver a todos lados, mas no logras ver nada, tu miedo se disipa poco a poco, hasta que escuchas un murmullo que viene del sotano. Tu miedo se combierte pronto en terror, al recordar que lo habias cerrado con llave la noche anterior, te hacercas dudoso a la puerta, que notas se encuentra entre abierta. Abres lo mas silenciosamente posible la puerta, y apuntas con tu revolver a la oscuridad absoluta. El miedo te carcome, el horror te invade, y tu paranoía se vuelve agonisante, pues cada sombra, cada sonido, cada silueta, se deforman en tu mente desquiciandote. Las sombras dominan tu hogar, la oscuridad controla lo que considerabas tu refugio, haciendote ver lo vulnerable de tu supuesta fortaleza, haciendote notar la cruda realidad. Escuchas algo moverse, sin pensar disparas hacia aquella sombra, y subitamente enciendes la luz, suspiras de alivio al ver que no era mas que la vieja cuerda que mantenia cerrada esa apretada caja, obviamente con los años cedio. Sin embargo tu alivio desaparece al apagarse la luz, volteas hacia donde estaba el interruptor, y miras de frente lo que la sombras esconden. Tus gritos jamas seran oidos.

Por
Jesús Daniel Alvarado Preciado